Como peces en el agua
Rubén PEREDA
La historia de Getxo no puede comprenderse sin prestar atención a su relación con el agua. Getxo y el mar, la ría y Getxo. La vida en este municipio costero parece girar alrededor del agua. En el polideportivo de Gobela, el agua no deja de chapotear en todo el día: nadadores calle arriba, nadadores calle abajo, balones de waterpolo volando por los aires. La sección de waterpolo ha crecido de forma exponencial en los últimos años. Aunque el masculino es un clásico de las piscinas vascas, parte del impulso para este crecimiento ha venido del equipo femenino, muy joven y con ganas de no parar de meter goles.
Itxaso García es una de las chicas que se pone el bañador casi todos los días para defender los colores del Getxo. Lleva 6 años jugando para el equipo. Cuando tenía 8, entrenaba con el de natación, pero recuerda que no conseguía alcanzar las marcas que le requerían. Fue entonces cuando se animó a probar el waterpolo y, desde entonces, hasta ahora. “Me ayuda a despejarme de las cosas del colegio y hago amigos y tengo un grupo con el que puedo estar”, señala.
La historia del club de natación se remonta al año 1979, el de su fundación. Sus nadadores y nadadoras empezaron a cosechar éxitos a nivel nacional y el club se labró un nombre ilustre. Al calor de estos triunfos, la sección de waterpolo se creó a finales de la década de los ochenta. En un primer momento la integraban únicamente exnadadores, pero después se fomentó la cantera, por lo que empezaron a surgir practicantes exclusivos de este deporte.
Otra que lleva unas cuantas temporadas jugando para el Getxo es Alazne Palacios. Hace prácticamente diez años, sufrió una lesión de rodilla y se tuvo que operar. Como consideraba que un deporte de agua era lo mejor para fortalecerla, optó por el waterpolo. Lo que no se esperaba, al comienzo, era que fuera a tener que jugar con todo chicos. “Cuando fui a entrar por primera vez, me dijeron que era mixto.
Y bueno, fue mixto porque yo entré, porque, aparte de mí, solo había chicos”, relata, para luego explicar cómo fue aquello: “Era duro; no la relación con ellos, sino porque, al ser chica, no te la quieren pasar. También es cierto que con los chicos hay menos problemas, pero con las chicas también estoy bien. Al fin y al cabo, lo que quiero es jugar y me da igual con quién”, apunta.
Lo que tiene claro Palacios es que son prácticamente dos deportes diferentes: “El de las chicas es un deporte más duro: tenemos más traje de baño, más para agarrar, sabemos dónde duele… Al final, se vuelve un deporte más guarro que el de los chicos”. Su entrenador, Julen Terradillos, lo ve de la misma manera. “Las chicas se agarran el triple. A un chico no se le puede agarrar de la carne, mientras que a una chica se le puede agarrar por aquí, por allá, bajarle la cremallera… Al ser un deporte de contacto, es la diferencia que más se nota”, explica.
Las diferencias, sin embargo, no se limitan únicamente a lo meramente deportivo. Mirene García llegó al waterpolo procedente del rugby: le operaron de la rodilla y, para ponerse de nuevo en forma y mantener la condición, se apuntó a waterpolo. “La diferencia entre el masculino y el femenino en el waterpolo supongo que es como la de todos los deportes: económicamente, se le da más impulso a los chicos; además, tienen muchos más seguidores, infraestructuras y materiales”, lamenta.
Itxaso García coincide con ella: “A nivel nacional, al waterpolo masculino se le da mucha más importancia: tiene más seguidores, sale más en la televisión, se habla más de ellos… Y no se habla de las mujeres ni de lo que están consiguiendo”.
“Es un deporte de mucho contacto, con golpes”
El entrenador de las chicas, Terradillos, cree que, en general, no se habla del deporte porque, al jugarse en el agua, es bastante lento. “Es, además, un deporte de mucho contacto, con golpes. No te digo que vaya a darse un puñetazo por encima del agua, pero, por debajo, no hay cámaras y el árbitro tampoco ve...”, comenta. Él llegó a entrenar a las chicas prácticamente de casualidad. “Empecé con ellas para ayudar al club —relata—. Siempre he sido el chico que resuelve los problemas. ¿Falta alguien? Pues voy yo. Y este equipo me gusta mucho y lo he querido siempre”. Conocedor del panorama deportivo en Bizkaia, asegura que hay más equipos femeninos de los que se cree. “Aun así, siguen siendo pocos. Tan solo hay una liga regional. Y ni siquiera es vizcaína, porque hemos tenido que jugar contra equipos de Logroño, Burgos y Santoña”, se lamenta.
Abstrayéndose de estas diferencias, que suponen que en ocasiones no tengan siquiera las suficientes calles de la piscina para poder entrenar, las jugadoras disfrutan de un deporte y de un equipo que las ha unido mucho. Leire Rubio, de 15 años, llegó al club de casualidad, pero está encantada con todo lo que le aporta. “En apenas dos meses he conocido a personas que me aportan muchísimo en la vida”, zanja, al tiempo que todas las jugadoras se vuelven a zambullir en el agua para seguir entrenando. Porque el waterpolo no se detiene.